Sueños.
Con la edad no desaparecen los sueños. Claro, haciéndonos más viejos, se sueña menos, pero los sueños no se van del todo.
Al crecer, al 'madurar', se van afinando las miras y los sueños devienen con frecuencia en meras vías de escape, que permiten enfrentar la realidad cotidiana y su montón de pequeñas desilusiones.
En el lado contrario, los sueños que se sostienen, capaces de hacernos levantar de la cama todos los días, son más 'realistas' aunque no dejan de llevar una pizca de ilusión.
Escritores, poetas, escriben con la idea principal de que su trabajo sea leído nuevamente, aunque sea por ellos mismos y, si la suerte sonríe, que adquiera la forma de libro y llegue a un círculo más amplio de lectores. Y esto mismo sucede con el resto de quienes padecen esa deliciosa enfermedad de la creación artística.
Personalmente, al escribir o componer no suelo tener 'en mente' un determinado tipo de lector u oyente. Aunque sí presupongo que quien leerá/escuchará habrá de acceder al sentido e intención de lo que hago apoyándome en las escuetas herramientas que poseo.
Una vez terminada la obra, llegan los comentarios, las observaciones. Indicaciones, sugerencias. Y, a veces, esa interacción te lleva a soñar, imaginar.
Por supuesto que me gustaría escuchar algunas piezas u obras con determinado pianista.
La variación XXIX de las 32 variaciones sobre Jesusita en Chihuahua me han dicho que sonaría tremenda en manos de Marc-André Hamelin.
Y sé que la Sonata para piano y tortoise, específicamente la figura 3, sería algo digno de oír en manos de Yuja Wang. Melancholias XI sería perfecta si la interpretase Hélène Grimaud y la Sonata Prima no luciría menos con Katia Buniatishvili.
Todo esto, por un recuerdo, unos versos de Apollinaire que de una u otra manera, me han acompañado desde que los leí por vez primera hace poco más de 35 años.
Pitié pour nous qui combattons toujours aux frontières
De l’illimité et de l’avenir
Pitié pour nos erreurs pitié pour nos péchés
Estos versos llevan implícita una condición. Para implorar esa piedad por nuestros errores y pecados, primero hemos de rozar esas fronteras de lo ilimitado y del porvenir. O del futuro y del infinito, si lo prefiere en términos chabacanos.
De eso se trata, y por eso hago lo que hago. Qué pase, quién lea, quién toque, interprete, qué vaya a quedar una vez que nos mudemos de este barrio, afortunadamente, no podemos saberlo.
Y lo demás, créame, es lo de menos.
1809.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
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