Longlegs: Horriblemente manierista.

Mucho se ha escrito sobre este filme, asegurándose que está en el mismo nivel de 'El silencio de los inocentes'. También se ha resaltado -con morbo, claro está- que tiene un elemento satánico de fondo y trasfondo, que la hace más escalofriante aún.

A pesar de ello, y curándonos en salud, me parece que el espectador promedio ya se ha puesto en guardia contra todo lo que sea publicidad basada en algoritmos según la distribuye el monopolio de la G y la doble o, sirviéndose de los perfiles de los posibles 'clientes finales'. Así, cuando bombardea con algo que será irremediablemente malo, o que avizora una pérdida infranqueable, el sabotaje es mayor: comienzan a surgir a diestra y siniestra 'reseñas' que alaban con tanta zalamería, que es imposible no pensar o siquiera asegurar que dichas alabanzas están siendo pagadas con transferencias electrónicas libres de impuestos.

Así que, sin demasiadas esperanzas, comencé a ver el filme. La estrella principal, el tan llevado y traído Nicolas Cage, funciona como un mero añadido. Hilarante y despatarrada, su aparición culmina con una escena netamente gore que, no obstante, es insuficiente y no alcanza a salvar el filme.

Los personajes secundarios son eso, meros añadidos, y la fotografía, crepuscular y lánguida, tampoco permite resaltar otros elementos que por sí mismos serían incómodos, cual si fuesen premoniciones de lo que está por venir. Hay tomas largas de secuencias con horizontes plagados de bosques y cielos amenazantes, hay tomas claustrofóbicas que juegan con el sentimiento visceral que causa la mera contemplación de cualquier programa de 'acumuladores compulsivos' y el giro final de tuerca, a pesar de ir creciendo poco a poco, termina siendo ineficaz, un mero juego de artificio que cierra el filme de la misma forma que lo abrió.

El lado satánico, el ser maligno que se evoca no funciona. Pero no es lo único, ni lo peor.

La actriz principal, por alguna razón, lucha, intenta, desfallece en el esfuerzo descomunal e inhumano, de emular al personaje encarnado por la Foster hace poco más de 30 años. Incluso, hay una increíble cantidad de escenas donde la única música de fondo es su respiración jadeante, que momentáneamente permite y conlleva a hacer pensar que estamos viendo cualquier filme 'X rated' y no lo que se supone sería la última obra maestra del cine de terror.

Bastan solamente los primeros minutos, para saber que estamos ante un personaje mal elaborado, rimbombantemente escrito, y me atrevo a afirmar que diseñado o estructurado con descuido, con parsimonia.

Más que una actriz intentando seguir a un asesino serial cuya principal virtud es la de parecer 'ausente' en todos los escenarios, el papel de ese personaje principal sustituye y hace las veces con un ritmo asincopado de un 'deus ex machina': la agente novata posee un sexto sentido extraordinario, una capacidad de abstracción descomunal e inhumana, y un rostro que permanece plano, impávido, con menos expresiones faciales que el otrora villano de la Guerra de las Galaxias.

Y aunque al final de la película intenta de manera implícita, dársele una explicación a tal 'dechado de virtudes', la verdad resulta insuficiente y más: inadecuada. Jugando con todos los clichés, con todos los juegos de cámara, con un acertijo cifrado que es roto en una sola jornada por esa agente brillante, el filme hace agua por todos lados y ofrece, finalmente, otra de esas obras que perecerán en un olvido justo.

El exceso de afeites protésticos difuminan a Cage a tal punto que deviene en una marioneta, un mal esbozo de sí mismo.

Cage jugando a ser Cage es lo último que esperaríamos ver en un filme donde, se supone, el elemento 'sobrenatural' no sería un mero pretexto, sino la razón ineludible ante la cual el crimen, la maldad, lo peor del ser humano, surgen sin apenas resistencia en un mundo corrompido, a punto de colapsar.

1795.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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