El Apocalipsis no será poetico. Quiet Place: Day One.
Es difícil hacer una crítica o siquiera un comentario, cuando se sabe de antemano que se debe permanecer neutral hasta donde sea posible y ajustarse también, hasta donde sea posible, a los simples hechos, dejando de lado presupuestos y simpatías.
Esta actriz, Lupita Nyong'o, no me resulta simpática, antes bien, con los desplantes innumerables que ha tenido en cuanta oportunidad se le ha presentado de negar y prácticamente, renegar de 'su lugar de nacimiento' [que IMDB registra como la Ciudad de México, el 1 de marzo de 1983], no me atrevería a llamar 'mexicana'. Y mire Ud., poco probable y bienvenido lector, que no soy afecto a nacionalismos hueros y en modo alguno me levantaría en armas para defender lo indefendible.
Cierto que no elegimos en dónde fue que un buen día tuvimos la suerte o desdicha de nacer, pero resulta cansino escuchar una y otra vez los comentarios y actitudes de quien daría hasta la última gota de sangre para limpiar la afrenta de haber nacido en algún lugar indeseable y poder mudar ese hecho banal, mínimo, hasta otra nueva ubicación geográfica que bien pudiera, si fuese el caso, aumentar o enriquecer la mitología personal.
Y con este sesgo a cuestas, diré que en cuanta actuación he visto de esta actriz percibo precisamente lo mismo, un afán desmedido, desesperado, de 'borrar' hasta donde sea posible esa vinculación con el país donde vino a nacer. (Desconozco las circunstancias que rodean precisamente esa parte de su historia, y no pienso ahondar en las mismas. Sus razones tendrá para detestar hasta el límite ese hecho.)
Habiendo puesto los puntos sobre las íes, y después de esas dos cintas de 2018 y 2020 respectivamente, cuyos argumentos hacen agua por todos lados y donde Emily Blunt se lleva la peor parte, tratando de salvar en la primera parte a una familia que parece empeñada en morir plácidamente por las arrebatadas y desafortunadas decisiones de la hija, y en la segunda parte donde se materializa una 'transferencia' (para utilizar el término utilizado en el psicoanálisis) monstruosa entre la figura paterna ausente y la figura de un hijo que es forzado literalmente a dejar de lado su adolescencia para erigirse como el patriarca de lo que ha quedado de esa misma familia, la 'precuela' no funciona.
Deja abiertos muchísimos flancos, nos entrega unos seres monstruosamente absurdos que, apenas cuarenta y ocho horas después de haber llegado ya están infectando con huevos al más puro estilo de 'Alien' las cloacas y cuanto rincón cavernoso se encuentre en Nueva York, y al mismo tiempo nos deja saber que existe un líder gigantesco, verdadero kaiju sacado de Pacific Rim que tiene un oído indigno de su función/papel [es incapaz de percibir el latido frenético e inundado de adrenalina del corazón a punto de reventar de un sujeto que tiene a escaso medio metro de distancia].
La historia demora mucho y bien pudiera haberse omitido o sintetizado el primer tercio de la película en un par de escenas para dejarnos saber que la protagonista es una poeta desahuciada y en franca etapa de cuidados paliativos, que no puede evitar seguir haciendo poesía y seguirá escribiendo poesía hasta el último aliento mientras putea por todo lo alto contra todo aquello que le recuerde que la vida no se termina con el diagnóstico médico, y el capricho de la naturaleza o el destino hará que cientos de neoyorkinos se vayan antes que ella y ella, con su deseo de desaparecer o aniquilarse de una buena vez, está condenada a sobrevivir.
¿Es la estigmatización de la historia afro-americana, ese afán de supervivencia, lo que vemos en esa historia que avanza a tropezones, hilvanándose con patrones irregulares y flojos?
Una escena que podría salvarse, es aquella donde se recita el 'Poema de la mierda'. Y poco más.
En una situación extrema, llámese Apocalipsis, Fin del mundo, Invasión extraterrestre, Desastre nuclear, lo que Ud. guste y mande, Estimado Lector, de poco o nada valdrán los 'merecimientos'. En cambio, la suerte favorecerá a aquellos que se encuentren más preparados física y moralmente, y quien pueda encontrarse en una posición favorable, será muy difícil que desinteresadamente renuncie a su fortuna para salir a las calles y batirse de frente contra una horda de seres extraterrestres, drones armados con ametralladores o con armas químicas o escuadrones de paramilitares o desertores del ejército, por alguien que no 'lo merezca' o que quiera morir voluntariamente.
Un gran fallo de esas películas apocalípticas es precisamente el de los merecimientos. Y aunque se comprende que se trate de un filme, vinculado a una franquicia y que trata de expandir el 'universo' ya existente, también es cansino y desagradable encontrarse con personajes que buscan, urgen, ansían morir bajo sus propios términos y que son capaces de causar mucho más daño que cualquiera de aquellos invasores extraterrestres: hay un ego desmedido en el personaje principal y tal no desaparece ni siquiera al llegar a la última escena. Antes bien, allí, en la escena de cierre, aparece amplificado, desbordado.
En algún lugar leí, no hace mucho, que el último hombre que quede sobre la tierra, al darse cuenta que es el último ser humano que verá la tierra, el mundo o lo que quede de la tierra o el mundo, tendrá un último pensamiento y cualquiera que este sea, con seguridad, será un pensamiento poético. El último hombre o la última mujer que quede sobre la tierra, estará haciendo poesía.
Si aquí se quiso jugar, o se quiso aprovechar esa figura hipotética de un último ser humano haciendo poesía antes de extinguirse como pueblo, raza, nación, el resultado ha sido decepcionante.
Y, hay que reconocerlo, y hasta quizás, agradecerlo. En este final apocalíptico, o en esta precuela apocalíptica, nada hay de mexicano. Todo se resume en un pedazo de pizza, un trago de whisky y la añoranza de una buena banda de jazz.
¿Hay algo más norteamericano que esto?
1793.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
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