Irene Vallejo, o 'De los deseos cumplidos'.

Hay libros y autores que, sabemos, no habremos de leer. Sea por la razón que sea, por los motivos que se quieran, hay autores con quienes es difícil empatar o coincidir y títulos u obras que, aun cuando se conocen 'de oídas' o por mera cultura general a nivel tema y trama, sabemos que no han sido escritos para nosotros.

Considero más que improbable llegar a leer ese best-seller que recién escribió Irene Vallejo y que he visto reseñado en infinidad -incontables, siendo más específicos- de posts, alabando a un tiempo la sencillez narrativa y la profundidad conseguida al indagar en la materia y asuntos con que hilvanó su obra.

Así, establecido que no he leído la obra, hablaré solamente de un 'reel' que he perdido en la marea de información desechable que llega todos los días en la red social de la efe blanca sobre fondo azul, donde pude escuchar y mirar a la autora haciendo lo suyo.

Desconozco si leía un extracto de su libro, o si se trataba de una charla ad hoc, para participar en algún evento público; tengo la idea que se encontraba en alguna feria del libro de esas que tanto abundan y gustan lucir sus mejores galas al contar con invitados de lujo.

La imagen que tengo de la escritora, es esa fotografía que la muestra con el rostro fresco, jovial, hasta cierto punto 'casual' y que tanta circulación tuvo recién conseguidos los primeros premios, justo antes de que el libro comenzara a ser traducido a otras lenguas.

No sé cómo, de pronto comencé a recibir notificaciones en esa red social de la letra efe, y bien pudiera ser que me haya suscrito a algún canal, página o servicio de noticias, donde con cierta frecuencia se publican noticias sobre la autora. Es posible que esté, sin que pueda decir exactamente cómo sucedió, 'siguiéndola'. Así que me he 'topado' con algunos de sus 'reels'.

En casa, mi esposa y mi hija ya saben que adolezco ciertas manías incomprensibles, pero que me hacen feliz. Una de ellas, no visitar 'perfiles' ni de familiares, ni amigos ni conocidos. Quienes me conocen, lo saben, y no pueden aducir un 'lo puse en mi perfil' para asumir que me doy por enterado de tal o cual cosa. Otra manía es la de no ver los 'reels' a menos que sea absolutamente necesario y, cuando esto sucede, los veo sin audio. Facilita bastante que mi experiencia con la red social ya mencionada se circunscribe prácticamente al ámbito de la computadora, ya que no cargo la app en teléfono celular. [De igual manera veo series, películas y ha llegado el caso que me dejo los audífonos puestos, sin audio, esto último quizás ya por pura costumbre.]

Así, el reel que mencioné destaca a la escritora, en un clip de quizás tres minutos, haciendo un recorrido o recuento sobre las circunstancias que se dieron alrededor de la escritura, del lenguaje escrito. Cómo, según su reconstrucción, la necesidad lleva de la mera oralidad al trazo de los primeros signos y símbolos, para contener un "soplo semántico". Prosigue su lectura, haciendo brotar el recuerdo o la reconstrucción del recuerdo, desde los trazos del contorno que hiciese una pintora de su amante ausente.

Si bien transcurre con una base poética, haciendo uso de metáforas y símiles -algunos de alto quilataje-, me parece que se abusa de la figura retórica y, peor aún, que el discurso en cuanto tal, se desborda, salpicándolo todo a su alrededor.

Hay una frase, que da origen a esta entrada, y me obligó a hacer lo que nuestros escritores del virreinato catalogaban como 'mentís', y es esta:

"Refulgente y efímera oralidad".

Esta no es una frase afortunada, que es decir lo menos, y si en verdad se ahonda un poco en la historia y en la tradición, se podrá advertir que la oralidad en cuanto tal ha resultado ser, frecuentemente, incluso más fiel e imperecedera que un trazo sobre el papel.

Aduciré dos ejemplos, uno salido directamente de la imaginación, y otro del registro histórico.

La película -y después el filme- 'The Song of Names', trae a cuento la memoria rescatada de una lista imposible de prisioneros judíos en un campo de concentración. Memorizados los nombres de los integrantes de las familias, son recitados en un orden estricto y que pareciera esculpido en piedra, pudiendo persistir hasta llegar a la sinagoga. En cierto momento, lo más atroz era precisamente el olvido: ¿quién dirá las oraciones fúnebres cuando ya no estemos aquí, si no habrá alguien que recuerde nuestros nombres? [Cito de memoria y con seguridad, erróneamente, pero ese es el sentido de la frase.]

El segundo, Milton. Y junto a él, otros ciegos ilustres, Prescott, Borges, por no resultar tan escueto. El Paraíso Perdido fue posible gracias a la oralidad, a la repetición, a la reconstrucción en un plano meramente verbal, antes de pasar a la escritura, a los folios que serían impresos. También se sabe que Borges ideaba mentalmente cuentos y poemas antes de dictarlos para que fuesen impresos.* Otro tanto hizo Prescott, quien sigue manteniéndose como un ejemplo de dedicación y erudición en los asuntos históricos de México, del Perú, y de la Corona Española.

Invirtiendo el valor de los términos se habría conseguido transmitir mucho mejor el concepto, la idea de lo que la oralidad supone para nosotros -que preferimos enviar un mensaje de voz a escribir una línea en el teléfono celular**-, y también lo que la oralidad supuso para aquellos rapsodas que iban de pueblo en pueblo, repitiendo una y otra vez la misma historia, sin que el oyente se cansase jamás y sabiendo que al llegar el silencio, cada asistente se retiraba llevándose a casa lo que pudiese, en forma de sueños, pesadillas, amonestaciones, consejos.

Sé que no tendré la oportunidad de hablar, intercambiar con Irene Vallejo alguna frase. Con todo y ser el internet un medio inmediato e instantáneo que permite el acercamiento sin que importe la distancia, también es un muro, una barrera infranqueable que puede erigirse con una solidez que no tiene ni siquiera la Gran Muralla China.

Y si pudiese preguntarle, no por el libro, no por sus peripecias editoriales, tampoco de su formación académica o estudios, escritos, en fin, de algo que verse directamente con su producción escrita, le preguntaría si, después de terminar de escribir su libro y al hacer esa búsqueda ansiosa y casi desesperada de un título, imaginó o entrevió lo que estaba por venírsele encima. El aluvión de viajes, entrevistas, las traducciones, los premios, la exposición mediática.

Pocas cosas me resultan más chocantes en un escritor que oírle decir que no se preocupa por el factor 'económico', por tratar de vivir o sobrevivir de la escritura, o echando mano y dejando el pellejo en cualquier otra actividad o profesión que le permita robar a la noche unos minutos para enfrascarse en la escritura. Y vale lo mismo para compositores, poetas, pintores, escultores.

Me atreveré a llamar -con un atrevimiento que espero me perdone el lector-, casi a punto de finalizar este dislate, llanamente 'Irene' a la escritora. Porque de aquella Irene cuyo rostro fresco y sonriente que nos mostraban las fotografías en 2020, en estos últimos 'reels' que me han aparecido en la red de la efe, veo, con azoro, que existe un espaciamiento mínimo entre esas actividades de promoción y demás que ya he mencionado, que le permita descansar, reponiéndose de ese desgaste que se ve en los clips de video más recientes, es mayúsculo, física e intelectualmente hablando.

Sólo ella sabrá y puede saber si ha valido la pena.

Si ese libro fue a la vez la llave y la puerta que, una vez abierta, jamás podrá ser cerrada de nuevo, si al abrir el espacio editorial para llevar su libro hasta los últimos rincones del orbe, simultáneamente estaba dejando entrar la cadena y los grilletes intangibles de las entrevistas, colaboraciones, prólogos, presentaciones, lecturas en público.

Esperemos que sus deseos se hayan cumplido y que en modo alguno, se hayan convertido en una pesadilla, como esa que retrata Black Mirror en el episodio 'Rachel, Jack y Ashley Too'.

*Siete noches nació de la transcripción de aquellos míticos discursos, dichos de memoria, que fueron expurgados de muletillas para ajustarse a los requerimientos editoriales. Cada uno es un potentísimo ejemplo de la memoria monstruosa de Borges.

**Aclaro: otra manía que tengo es la de no enviar mensajes de voz. Jamás. Y por último: buscando el reel, lo he encontrado en el perfil mismo de la escritora, con el título 'Discurso inaugural de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.'

1785.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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