'Extrapolations' no es 'Black Mirror', pero bien merece una oportunidad.

Aunque bebe directamente de Black Mirror, Extrapolations no consigue alcanzar los niveles de oscuridad y desaliento de la primera. Y si tuviese que calificarla, utilizando solamente un epíteto, tal sería 'agridulce'.

Cada episodio comienza con una breve escena introductoria que establece el tono y la temática del mismo, seguida de gráficas que despliegan estadísticas siempre en ascenso y culminan mostrando el año en el que se desarrollará la historia.

Los episodios son monotemáticos, es decir, pueden verse independientemente unos de otros, pero están vinculados e hilvanados de forma tal, que todos están situados en el mismo 'universo' y al final embonan unos con otros en un marco narrativo donde, quizás lo más chocante, es el 'final feliz' que echa a perder una buena parte de la filmografía y producción televisiva norteamericana.

Esas intros ya mencionadas tienen también la función de ser un dardo, que obliga al espectador a aventurar suposiciones sobre cómo será el mundo en una fecha determinada. Y como se disparan datos, sugerencias, posibilidades, es tentador caer en el juego y aventurar una apuesta al pensar, por ejemplo, si en verdad dentro de cuarenta años llegaremos a los 10,000'000,000 de habitantes y lo que sucederá con la población que se encontrará entonces sufriendo verdaderas olas de calor infernal en una tierra a punto de asfixiarse en emisiones de CO2, y donde el oxígeno se vende en carritos ambulantes donde se paga con dinero electrónico por cada aspiración.

Para enganchar más al espectador, la mayoría de los episodios culminan con un 'castigo' -que no alcanza a funcionar como una moraleja, y quizás ni siquiera como una amonestación- y de allí que ese afán moralizante le reste mucho. O quizás pudiera ser, porque cabe la posibilidad, de que una vez dispuesto el menú sobre el plato, los productores decidieron retroceder ante lo que se veía como resultado final y forzoso de tales extrapolaciones o proyecciones estadísticas: la aniquilación tocándonos las puertas y ventanas, y a punto de romper los cristales para metérsenos en la cocina.

Como ejercicio crítico, no obstante, funciona, y funciona muy bien. Incluso, hay episodios que bien pudieran transmitirse o proyectarse en un aula de educación superior o media-superior y vaya que serviría muchísimo para apuntalar alguna clase de Cuidado del medioambiente, Energías renovables o Ambientes sustentables.

Ya mencioné, en una entrada anterior, un detalle que me cimbró personalmente, y es el que se relaciona con ese único y último espécimen de la ballena jorobada, a la que pretende engañársele con tal de exprimirle hasta el último pensamiento, en un afán de preservar una mera huella o esbozo que permita 'resucitar' a la especie, una vez que el mundo sea regenerado y habitable.

Forzando y extendiendo la metáfora, esa ballena seríamos nosotros, machacados inclementemente por un sistema donde lo económico dictamina fríamente quién vive y quién muere, qué merece pagar el rescate y ser resguardado en un arca o qué es desechable, prescindible. Y, claro está, ahora mismo es imposible salvar 8,000'000,000 habitantes, y será más difícil cuando lleguemos a los diez mil millones. No todos seremos [mereceremos ser] salvados.

Esta serie merece una oportunidad, no tanto por los fallos, sino por los aciertos, y algunas grandes e imperdonables omisiones.

No ahondaré sobre esto último para no caer en espóilers innecesarios, baste decir que, emparentada con Black Mirror, la visión de futuros posibles que echan raíces en el mundo actual, con sus carencias y sus crímenes ecológicos, no pinta, para nada, bien.

1779.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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