Hmmm. Poor things...

Lanthimos sabe hacer bien las cosas. Ha llevado una carrera donde se conjugan las noticias y comentarios personales con las críticas de quienes siguen el desarrollo de sus obras desde que los proyectos que le ocupan comienzan a trazarse en el papel hasta el momento en que se exhiben en las principales pasarelas y festivales cinematográficos del mundo.

De aquí que Poor Things esté dando de qué hablar y creando expectación. Con un reparto de lujo, esa manera tan propia e inconfundible de narrar y la versatilidad de los convocados para encarnar a los diferentes personajes, era de esperarse que la obra resultara ser eficaz y eficiente no sólo como cine, guion o script, sino también como una metáfora o una alegoría de los tiempos que corren.

El mundo hiperconectado e hipertextualizado que nos bombardea cada segundo, cada día, supera con creces el análisis y el discernimiento que, por decir algo, podía hacerse hace una veintena de años cuando el internet -hablo de esta parte del planeta y precisamente, del país en donde vivo- comenzaba a entrar en la casa de los pudientes y empresarios y el grueso de la población apenas tenía idea y no podía imaginar que los servicios maravillosos de una cuenta de Yahoo!, Hotmail, AOL que eran el furor, una veintena de años más tarde quedarían rezagados e irremediablemente obsoletos y peor, relegados al más cruel de los olvidos: quienes comenzaban a 'navegar' en la red de redes antes de hacerlo, podían leer los periódicos, escuchar y no solamente oír las noticias televisivas y radiofónicas e, hilando fino, sacar sus conclusiones.

Hoy, con esa inmediatez del adsl -ya también obsoleto- y la fibra óptica tan en boga, tales contenidos llegan pre-digeridos, listos para ser engullidos por una audiencia hambrienta y hastiada, famélica y a la vez, desbordada de información.

Hay alarma, principalmente en los países desarrollados, porque los aparatos móviles, tabletas y teléfonos, están llegando a los infantes en edades que median los dos o tres años. Ya ha sucedido que un infante expuesto a la luz de la pantalla terminase cociéndose -literalmente hablando- los ojos, condenándose a una ceguera permanente.

En este contexto, la película de Lanthimos, que la mayoría de los portales cataloga como una cinta de humor negro con altas dosis de erotismo, es, para quien esté dispuesto a enfrentarse con esa realidad que las masas intentan paliar y anular, una brújula moral apuntando hacia un norte derruido, que se desmorona lentamente y donde ya no es posible la existencia de la 'inocencia' en cuanto tal.

El hombre nace culpable, de los crímenes ajenos, de las acciones y omisiones corporativas y gubernamentales, de las omisiones y acciones personales y familiares. Todo hombre pierde la inocencia al toparse con un dispositivo de pantalla luminiscente, sea led, lcd, oled o lo que se quiera: la búsqueda del placer es el primer paliativo que se oferta, ofrece y se demanda, y la sistemática evasión del aprendizaje, -ese esfuerzo consciente de acallar el pasado, la historia, la memoria-, es lo que se requiere a quien esté dispuesto a adentrarse en esa red de redes y gustar sus engañosamente instantáneos placeres.

¿Hemos llegado a un punto de la historia en la que somos meros cascarones, niños balbuceantes que tienen en las manos un botón capaz de detonar misiles, en la creencia de que ese poder nos brindará la llave que venza al enemigo o al prójimo, sometiéndolo, cosificándolo en aras y pos de un placer que tampoco estamos preparados para gozar o disfrutar y sin embargo, sigue funcionando magníficamente como el anzuelo donde pican las truchas más simples y las ballenas ya casi extintas?

Me parece que la respuesta de Lanthimos sería un rotundo sí.

Pero, quien esto escribe no tiene contacto con Lanthimos, y tampoco puede afirmar o negar que esta entrada no sea un paliativo del paliativo que la búsqueda de placeres más elaborados puede ofertar a quienes osan alzar la testa, topándose con un espejo digital donde lo único que se refleja es una cibernética ignorancia, muy acorde con los tiempos que corren.

1767.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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