American Gods: la banalidad de los ritos.


No el Tarot con la carta de 'El colgado', ni las candelas rojas ofrecidas a la diosa, o las libaciones debidas a los dioses. Ni las computadoras torturando con furor empíreo a los mortales que ya de por sí han caído en desgracia al ignorar que han caído en desgracia, o las citas face to face utilizando un servicio virtual embebido en una app.

O, yendo un poco más allá, tampoco aquella impronta de la vagina dentada, de la asfixia autoerótica o el sentimiento de culpa.





Los elementos más curiosos y que han dado peso a ese primer episodio de American Gods yace en los ritos. Una banalización muy bien llevada, que al mostrarse poco a poco, en detalles casi escondidos que nos resultan aterradoramente familiares, va entramando algo que no se sabe si será un ditirambo, un aquelarre, o la apoteosis de las batallas.


Esta banalización, o 'desacralización' resulta altamente efectiva como elemento narrativo, al dejar establecido desde un primer momento el arranque, el génesis de la mitología que irá explicándose capítulo por capítulo.
Y es aquí donde radica el mayor riesgo de la serie. Las mitologías tienen en común elementos tan genéricos -por estar basadas en hechos constatables por todo ser humano, en cualquier época- que por ello mismo pueden rastrearse hasta los orígenes más remotos y resultar esencialmente conocidas a pesar de los elementos 'accesorios' con que se presenten.
Las categorizaciones son útiles, pero al utilizarse 'a priori' como aquello que ha de contarse y no como un elemento o un conglomerado de elementos de los que puede extrarse un solo rasgo en común, ocasiona que la desacralización devenga en caricaturización.
Rizando el rizo, la presencia de Ian McShane eleva muchísimo el impacto de ese primer capítulo, aunque también da pocas esperanzas de que los posteriores 'puedan ofrecer algo más'. Se comprende que el lado comercial, el afán de las ventas y el rating sean lo principal para las casas televisoras y generadoras de contenidos multimedia. No puede ignorarse esto; finalmente, la economía pesa directamente en la calidad y limita los alcances de cualquier serie.
Starz apuesta a McShane, a Anderson, a Fuller y Green para hacer algo interesante. Por ahora cumple las expectactivas, y confiemos que puedan llevar a buen término la empresa por demás alucinante de llevar a la televisión el monstruo polimórfico de Gaiman.

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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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