Leer a Borges.
Para decirlo con palabras del mismo Borges:
Releer a Borges es baladí, no así la lectura detenida de sus textos, con el asombro intacto de la novedad y la maravilla.
Claro que las palabras escritas anteriormente no fueron redactadas por Borges, él hubiera minimizado la frase y nos hubiera dado una cátedra -casi una catequesis- sobre el buen estilo, la contundencia y la economía literarias.
Y precisamente por esta predisposición ante la lectura de los textos de Borges, es que este autor tiene tan pocos lectores y en cambio sí, legión de admiradores.
Leer a Borges es dificilísimo. Lo he mencionado en este bló no sé cuántas veces: figura en la nómina de autores que me acompañan desde hace poco más de veinte años. [Él y Cortázar y Rulfo y Paz y Vargas Llosa y Eco y Benedetti conforman ese panteón literario que jamás me resultará tedioso].
Quiso la suerte que lo primero que leí de Borges fue prácticamente lo último que él dijo. Es decir, la transcripción minuciosa y correctísima de sus conferencias etiquetadas como 'Siete noches'. Summa de la obra del literato y confesión de teólogo consumado, ese libro fotocopiado y leído no sé cuántas veces se convirtió en el eje alrededor del cual pude ir estructurando la obra de Borges. Si a esto añadimos que tenía a la mano las Patrologías de Migne, y podía hacer uso del latín y del inglés escolástico, podrá verse que los textos resultaban imposibles de franquear o dejar de lado. Irremediablemente la atención se concentraba sobre el elemento más anti-literario de su obra: la cita, la paráfrasis, la traducción y la hermenéutica.
Sus laberintos con todo y Minotauro, sus ciudades inmortales morada de Homero y quizá hasta de Plinio el Joven, sus teologías indígenas y esa religiosa devoción por la pampa, todo ello estaba impregnado de la referencia culta, tamizado por un aparato monstruoso de erudición y buen gusto.
Esa fue la razón que algunos de sus textos más netamente literarios 'me pasaran de noche' o me dejaran impávido, con la impresión de que su lectura requeriría muchísimas más re-lecturas para ser cabalmente entendidos.
Quizá la última vez que leí algo impreso y completo de Borges -uno de sus libros, se entiende- fue por el 2006. Entre el 2007 y el 2008 leí algo en formato electrónico, El Aleph y la Historia Universal de la Infamia. Desde entonces sólo algún cuento suelto, que leí por el puro placer de leer, y tratar de aprehender un poco el ambiente que es hoy irrecuperable, del Zacatecas de hace veinte años.
Cuando Ana invitó a sumarse a una iniciativa -que no sé hasta qué punto esté llevando a cabo también ella, y cómo vaya el marcador parcial- de leer por lo menos 25 libros en un año, yo no dije 'me apunto' pero también lo tomé como una invitación que era imposible dejar pasar. Así que bien contado, llevaré en este año leídos 8 o 9 libros, entre ellos el del Teorema de Fermat, El cementerio de Praga, Longitud, y cuatro o cinco libros de Borges. Si quiero cumplir con el compromiso, deberé apurar la lectura de Borges y un par de autores más que tengo en la lista de espera.
No obstante, la lectura que estoy haciendo de Borges está resultando vivificante y completamente nueva. Atribuyo esto a la escritura de los dos o tres cuentarios que he hecho en estos últimos 3 años, a la novela infame de LPIDAATE, y leer y leer pedacitos de Patrología y artículos dispersos aquí y allá. Los cuentos que antaño me parecieron más oscuros, verdaderos enigmas, hoy resultaron un delicioso festín de ideas, imágenes y recursos. Menciono dos, ligados ellos también: El sur y El fin.
Podría abolirse todo lo demás en la obra de Borges, y uno de esos dos cuentos bastaría para asegurarle un lugar más que merecido en cualquier Antología decente.
Otros me resultaron escalofriantemente familiares, como el de Emma Zunz, Deutsches Requiem, o El jardín de los senderos que se bifurcan. O algunos de plano vertiginosos, como Funes el memorioso o Tlön, Uqbar, Orbis tertius.
Con todo, esta última lectura de Borges me plantea varios otros problemas, que espero tener tiempo para por lo menos tratar de esbozar una solución. Uno de ellos: el por qué la idea general es que la obra de Borges es la obra de una especie de casto asceta, cuando sus textos resuman una sexualidad animal, primitiva, y en algunos casos grosera y grotesca. [Nótese que la obra puede ser grosera o grotesca como algo intencionado, conscientemente buscado].
Otro: por qué el uso de larguísimas paráfrasis o incluso, cuentos completos, en los que termina confesando la existencia de algo que está sobre el hombre y da al hombre su forma y circunstancia. Esto es un rasgo de la genialidad de Borges: a cada negación de la divinidad con la que pretende apuntalar sus argumentos en favor de un universo autosuficiente, termina contraponiendo un argumento que echa por tierra la idea de un universo cerrado donde el hombre es cifra y suma de todo lo creado.
Y quizá el más enigmático de todos: por qué Borges se recrea a sí mismo en cada cuento, cambiando la visión que tiene de sí mismo libro con libro, no como una transformación o evolución personal, sino como la negación rotunda de lo que ha sido anteriormente.
Cierro esta nota con una aclaración: estimado lector, no olvide que mi lectura de Borges diferirá de la suya, y mis argumentos y pre-disposiciones ante la obra de este escritor son harto diferentes de las que usted puede tener. Así que lea primero, y después comente o critique. Borges no se merece menos que eso.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
Comentarios
Ya que hayas leído toda su obra lee "Borges" de Adolfo Bioy Casares es por decirlo de laguna forma la cereza del pastel.