Genero$idad culpable
Inmunizados contra el amarillismo, es necesaria la nota roja para que los ciudadanos mexicanos reaccionen y se indignen al saber de esos casos brutalmente extraordinarios que hacen posible a nuestros males parecernos más pequeños.
La muerte de las seis empleadas de una tienda Coppel es una buena muestra de la falta de planeación y la negación descarada de los derechos elementales a los trabajadores mexicanos.
Recordarán que hace algunos meses estuve dándome de trompadas contra la pared, por un crédito de esos que se pagan en abonos chiquitos y con los que prácticamente se vende el alma al diablo. Cuando fuimos a dar los últimos pagos, antes de saldar por fin esa quasi sempiterna deuda, mi esposa advirtió la eficiente organización del recurso humano, cómo funcionaba la división de funciones en lo que aparentemente era el lugar perfecto para trabajar.
Ambos hemos sido empleados rasos, y sabemos muy bien lo que se esconde detrás de la falsa impresión del 'perfecto ambiente laboral'.
A mi esposa le comenté un par de cosas: primera, las marcadas ojeras de la jefa de cajas y la gerenta de cobranza, y segundo, la ratonera que es ese lugar de trabajo. Y recuerdo no sin estremcimiento que le dije eso que lamentablemente se hizo realidad: ¿en caso de incendio, por dónde van a salir las cajeras? Estoy hablando de una tienda situada en Nuevo Laredo, que ha de tener una y mil más similitudes con la tienda donde acaeció la muerte de esas empleadas.
La distribución de la tienda es la siguiente:
Como se ve, no sólo las cajas se encuentran en el lugar más apartado de la tienda, en la segunda planta -esto claro que asusta a cualquier asaltate inexperto- sino que está 'taponado' con la sección de ropa y juguetería, lo más flamable entre lo flamable. La mercadotecnia estúpidamente aplicada a la necesidad de consumo de los mexicanos hacen de esa tienda una ratonera humana.
Pero no olvidemos que lo principal, y primordial, es la generación de generosos dividendos, y la capacidad de mantener a buen resguardo dichos dividendos, en tanto se les deposita en alguna institución bancaria.
El escándalo es lo que menos conviene a la tienda. Y de haber negado la responsabilidad tanto social cuanto moral sobre el siniestro ocurrido, la publicidad mediática hubiera dejado al descubierto no sólo la peligrosa situación laboral de miles de empleados de dicho consorcio, sino peor aún, la deliberada omisión de medidas mínimas y básicas de socorro en caso de otros percances.
Es mejor pagar el sueldo a las empleadas dolorosamente muertas, becar a los hijos, cubrir el monto del seguro de vida -que saldrá de la aseguradora, mas no de la cuenta bancaria de la tienda- y todo lo demás que se listó en televisión. Es mejor que Coppel aparezca como generosa institución al servicio de los mexicanos, y como el infortunado protagonista de un incendio que jamás debió suceder... pero sucedió. Es muchímo mejor -y más barato- tener contentos a los familiares de esas mujeres muertas de manera horrenda, que tratar de contentar a la nación mexicana remodelando las tiendas -a la vista del público y autoridades- y gritando a los cuatro vientos en dónde están las salidas de emergencia, para que todo buen intencionado maleante pueda escabullírseles con las ganancias en mano, pero dejando intacta a la fuerza laboral de la empresa.
La ratonera sigue en pie, y aunque ya haya pasado el furor -Coppel es culpable, pero ha aceptado su culpabilidad y también saldado 'con creces' su deuda- el peligro sigue en pie. ¿Es necesario que mueran otras empleadas para que la sociedad mexicana reclame una funcional y eficiente protección de los empleados mexicanos que laboran para dicha empresa?
Al parecer, sí. Y como se dice comúnmente: lo que pasó una vez puede pasar dos, tres... cuatro, las veces que se quiera. Siempre y cuando las ganancias del consorcio permanezcan a buen resguardo, y mortalmente seguras en el fondo de sus ratoneras.
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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
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