Di no a las drogas: págalas en efectivo [o por qué fracasará la pretendida legalización de estupefacientes para uso personal]


No es sólo la figura presidencial, apareciendo en los noticieros de difusión nacional, el rostro casi desencajado y la mirada gacha, con una postura corporal que indica más el deseo de salir corriendo que el de permanecer sentado en las mesas de debate.

La presión ciudadana ejerció efectivamente su fuerza sobre la figura pública -y servidor público, aunque a la mayoría de los ciudadanos parezca olvidársele- y el presidente de la república debió sentarse y convocar a una mesa que aún no es de diálogo, y se guardó muy bien de nombrar 'debate' sobre la legalización de las drogas.

La legalidad, el estado de derecho, deja sin salidas a esa pretendida 'mesa de debate'. Para que siquiera se sopese la posibilidad de legalizar las drogas para uso personal sería necesaria la pre-exstencia de estructuras de salud pública, bienestar social y la salvaguarda de las garantías individuales.

El acto de prestidigiación que se lleva a cabo frente a las cámaras sólo reafirma la postura del poder ejecutivo, que juega una partida peligrosísima donde el golpe de mano está aquí nomás, a la vuelta de la esquina.

Al mandato presidencial le quedan tan sólo 2 años para incrementar sus índices de popularidad -tanto o más estropeados que los de su colega, HussainObama- y no permitir que el PRI vuelva a sentarse en la silla presidencial. Como se ve, tarea harto difícil.

La pretendida legalización de las drogas serían la vía rápida, en una lucha donde no se cuestiona ni discute el impacto directo que tendrá en la ciudadanía -aunque ya se haya incluido este aspecto en los puntos anunciados hace un par de horas- y tampoco da respuesta a las exigencias de la población, única perdedora de y en las escaramuzas, balaceras, narcobloqueos y demás.

La legalización de los estupefacientes encierra una lucha de fondo más siniestra cuanto más a la vista se lleva a cabo: es la conquista del statu quo, la pelea por agenciarse la rentabilidad del negocio más fructífero del país.

Al igual que México necesita forzosamente de las remesas enviadas -y decrecientes mes con mes- por los paisanos viviendo en Estados Unidos de Norteamérica, México también necesita el capital circulante y contante del narcotráfico.

Ese capital hace que la economía funcione, paga y en efectivo por bienes inmuebles, vehículos de transporte, armas, enseres paramilitares, sistemas sofisticadísimos de información y rastreo, y ha establecido una red de inteligencia por lo menos comparable a la del mismo ejército mexicano.

No será luchando contra el aguijón representado por cárteles y sus sicarios pagados con dólares, que el gobierno mexicano ganará la guerra e impondrá el orden. Será inmovilizando, inhabilitando el corazón mismo de organizaciones, cárteles y demás: el flujo de capital.

Ya se ha dicho una y otra vez, mas de manera incomprensible, el gobierno no ha hecho avance alguno en contra de esa realidad. Hacerlo significaría la automática quiebra de cadenas de producción que permiten a infinidad de campesinos poder sobrevivir en regiones donde la asistencia gubernamental es inexistente, hacerlo supondría el paralizamiento de una parte importantísima de la economía nacional.

El gobierno mexicano lo comprende: o eleva la aceptación nacional del mandato del funcionario en turno, Felipe Calderón, o se hace con una parte generosa de esa empresa utilizando los dividendos en favor propio.

Y el pueblo... que siga pagando, aguantando, y soñando con sus celebraciones hueras de un centenario mal calculado, y un bicentenario hundido en la tiniebla más abyecta de la imaginería popular mexicana.

Aquí no hay pan y tampoco cirqueros, apenas si llegamos a tortilla dura y payasitos de crucero vial. Pero algo es algo, ¿o nó?

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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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