A 2 de 3 caídas sin límite de tiempo?

Desde anoche amplio revuelo por las declaraciones de esa jerarquía eclesiástica mexicana que exige una presentación de disculpas por parte del PRD, y el retiro de la demanda en contra del cardenal Rivera.

Se les olvida demasiado pronto que el papel de la jerarquía eclesiástica no es el combate secular, sino el cuidado de almas. Aunque ellos dicen y repiten -y lo peor de todo es que se lo han creído- que es precisamente por la feligresía que hacen lo que hacen, en este caso el 'exigir respeto' a las creencias religiosas y el derecho a opinar no legitima las escaramuzas que en cadena nacional se transmiten en los distintos noticieros nocturnos.

Hasta donde puedo observar, la coherencia obligaría a la jerarquía católica a tomar su distancia respecto al PRD. Quizá el único medio que tiene para ejercer presión sobre el PRD, sus pro-abortistas y sus defensores de los matrimonios gays, es la excomunión, ya bastante pasada de moda y que a esos señores les tiene sin cuidado. Ambos, jerarquía y partido político, hablan con distintos idiomas, y pretender que alcancen el consenso sobre alguna cuestión cualquiera es tan absurdo como pretender que un perro y un gato serán los mejores amigos disputándose un bistec echado al plato.

En lugar de seguir con la misma altura y claridad de pensamiento, la jerarquía católica optó por pasar del raciocinio legítimo a la acusación afeminada. ¿Realmente es necesario que obtenga una disculpa por lo dicho en contra de Corripio Ahumada? De seguir por ese camino está a la vuelta de la esquina el día en que exija disculpas por el fusilamiento de Miguel Agustín Pro, o Mateo Correa... Los jerarcas saben que no existen posibilidades para alcanzar acuerdos con el PRD y las claras ideologías que promueven, irreconciliables a priori con la ética y moral cristiana y católica.

En cambio, la jerarquía representada por el cardenal Rivera está a punto de desechar una de las mejores posibilidades que tiene de hacer oír su voz, fortalecer su presencia y esclarecer su punto de vista no sólo entre la feligresía católica, sino también en los escenarios políticos:

Norberto Rivera debiera aceptar la invitación a comparecer ante los tribunales civiles... y hacer ver que, primero y antes que nada, todo nacido en México es mexicano y tiene la constitución de su lado. Antes de ser sacerdote y cardenal, Norberto fue ciudadano mexicano. Antes de ser bautizado, Norberto Rivera pisó el suelo mexicano convirtiéndose en ciudadano mexicano. Y como tal su libertad de expresión ha de ser respetada, y su derecho a emitir una opinión ha de ser respetada. Y este derecho a emitir una opinión nulifica y neutraliza la demanda judicial emprendida en su contra por las comunidades gays: ellas al ejercer su derecho de opinión y exigir respeto a sus decisiones están validando también el derecho a opinar del cardenal, y de tomar la decisión de no compartir el mismo punto de vista que las comunidades gays. No se trata de que Norberto niegue o reniegue de su sacerdocio, sino que enfatice su derecho a formarse un juicio propio sobre los problemas y situaciones que acaecen en el país, derecho que tiene de igual manera todo ciudadano nacido en México.

¿Abominación y blasfemia? En modo alguno. Cuando llevaron a la Magdalena ante el Cristo para que avalara el apedreamiento, éste calló, y después preguntó quién sería aquél con la dignidad suficiente para lanzar la piedra.

A fuerza de repasar ese episodio evangélico se tiende a creer que el Cristo defendía primeramente a la Magdalena... y no es así. Si el Cristo hubiese querido defender a la Magdalena hubiera hecho lo mismo que hizo cuando Pedro se llevó de encuentro la oreja de uno de los soldados en el Monte de los olivos: mostrando su desaprobación explícitamente.

En cambio, en el episodio de la Magdalena él defiende la ley que los fariseos, escribas y sumos sacerdotes querían pasarse por la entrepierna, para apedrear bien a gusto a la apetecible mujer pecadora. Claro que le importaba y preocupaba el destino de la mujer, pero librar a una mujer de un apedreamiento significaba dejar en igual condición de desamparo a las futuras mujeres pecadoras que caerían abatidas bajo las piedras que no fueron lanzadas contra la Magdalena en cuanto él se diera la vuelta y regresara al lado de sus apóstoles. Reivindica la ley, y al indagar quién era menos pecador -y por tanto, digno de lanzar los pedruzcos- deja en claro que la ley que aplica para apedrear a la pecadora es la misma ley que aplica para juzgar a quienes pretenden juzgar y ajusticiar a los demás.

En el caso de la demanda contra Norberto, la jerarquía empeñada en seguir guardando una imagen incólume -que hace buen tiempo dejó de serlo y hoy está manchada y raída por todos lados-, debiera tomarse el asunto de la demanda como la oportunidad que tuvo el Cristo para poner las cosas en su lugar: seguro que al cardenal no le faltaría la asistencia de los mejores abogados de México si decidiera agarrarse a las trompadas en el Ministerio Público, y también seguro que, si entrara en esos trances, dejaría en claro de una vez por todas que todo fiel cristiano, por el hecho de nacer en México, tiene a la Constitución de su lado.

El hecho de que dicha Constitución haya sido secuestrada por partidos políticos como el PRD con el beneplácito del aún agonizante PRI y del mojigato PAN, no significa que la Constitución pertenezca al PRD o al PRI, y mucho menos que el PAN tenga la razón.

En modo alguno.

Es necesario dejar en claro que la Constitución pertenece y protege -y también obliga- a los mexicanos antes que a los partidos políticos, y el cardenal Norberto está a punto de dejar pasar una magnífica oportunidad para demostrar que verdaderamente tiene interés en encontrarle una solución a los problemas sociales, morales y éticos, y no sólo dictaminar a diestra y siniestra con una visión igual de viciada que la de 'sus contrincantes' acérrimos: ambos grupos, pro-abortistas y defensores de las uniones inter pares, tienen los mismos derechos que Norberto, y la renuncia del cardenal a ejercer su derecho, en las situación actual, huele más a mocha cobardía, que a loable santidad.

Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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