Sobre la Ley de Sociedades de Convivencia [II]
Las propuestas impulsadas y mantenidas contra viento y marea por el partido más reaccionario que hoy por hoy tiene México, permiten apreciar que la política y la democracia son dos cosas muy distintas... y que contrariamente a lo que ese mismo partido proclama una y otra vez, la política y la religión en México se hermanan hasta llegar al grado de consanguineidad.
El PRD ha hecho lo único que le queda por hacer: meterle estopa a la lumbre sabiendo que por otras vías, y en otros campos, tiene la lucha perdida en contra del PRI, incluso en contra del PAN. El último movimiento, la licitación de 'matrimonios' de homosexuales de ambos géneros -qué curioso, la definición de género deberá también ser modificada, y al parecer nadie se acuerda de esto- no es sino el intento más descabellado y desesperado hecho con el afán de volver a subirse al estrado, y poder lograr que sus peroratas sean escuchadas en cadena nacional y de manera gratuita, ahora que a AMLO se le terminó el subsidio federal que recibía por medio de LyFC.
La Iglesia, extrañamente sigilosa, ha optado por guardar silencio. Mas en este caso no es un silencio de prudencia, sino un silencio de asentimiento a la postura intransigente marcada por el Vaticano, y el hoy cardenal de México Javier Lozano Barragán. La condena que hiciera el ex-obispo zacatecano a las comunidades lésbicas y homosexuales da poco margen a intentar alcanzar acuerdos entre los nuncios y los representantes gubernamentales, en este caso, Marcelo.
Y si a esto aunamos el reciente incremento anunciado para el próximo año, de servicios básicos y trámites públicos, el caldo de cultivo en que ha devenido el Estado de México se perfila como el mas próximo semillero de manifestaciones grupales e individuales de descontento: no son -somos- pocos quienes piensan que la legalización entrecomillada de uniones homosexuales y lésbicas es sólo un pase de capote para distraer al toro de lo esencial: la economía.
A fin de cuentas, la moral como su nombre lo indica, es algo que se basa en las costumbres y estas mismas cambian según el arbitrio del consenso y caprichos sociales, y ante ello ni la religión ni la política tienen gran cosa por hacer: a la religión le queda el camino de la anatematización, y a la política el de la proscripción.
La ley de sociedades de convivencia, enarbolada como protectora de un auténtico matrimonio 'laico' y secular, llegará tan lejos como lo permitan quienes han optado por suscribirse a tal propuesta gubernamental aún cuando sepan -y esto es deplorable- que serán engañados al no poder hacer efectiva tal opción de vida ante el Infonavit, Imss o Issste, y la adopción tan llevada y traída es sólo un daño colateral, que con gusto asumirá Marcelo sobre su gestión gubernamental, si esto 'afirma' su postura a nivel nacional.
Sería también, por otro lado, ingenuo hasta el extremo tomar a los niños que serán adoptados y lloriquear mientras se pretende que se piensa efectivamente en ellos. Los daños o beneficios sólo serán apreciables también con muchísimo tiempo de por medio, y habrá que ver hasta dónde pueden mantenerse y sostenerse tales relaciones homosexuales y lésbicas: existen parejas que han durado y permanecido en su estado años y años, mas tales parejas son la excepción, y en modo alguno la regla.
Que dichas parejas excepcionales pueden ser el semillero de seres humanos libres de inclinaciones homosexuales también es algo factible, mas la experiencia que puede comúnmente ser advertida es que:
-primero: las relaciones homosexuales y lésbicas tienden a terminar prematuramente por el carácter 'promiscuo' de ambas partes. [Y a título personal, conozco varios homosexuales que han vivido en pareja mas en sus relaciones son materialmente incapaces de sobrepasar los tres o cuatro años de relación, ignoro el por qué], y
-segundo: los hijos varones o varonas de tales matrimonios presentan con una frecuencia superior a la media, inclinaciones a su vez homosexuales o lésbicas. [Y de esto mismo también he podido ser testigo, muy a mi pesar] .
Si se admite que la homosexualidad o lesbianismo es, junto a la heterosexualidad, sendas manifestaciones que se darán independientemente del tiempo y lugar, dentro de un horizonte de lo humanamente posible, automáticamente todas ellas [heterosexualidad, homosexualidad y lesbianismo] tendrán sus altibajos, características propias, y dinámicas psicológicas propias, y una ley o legislación coherente con sus fundamentos sociales más válidos, deberá buscar el bienestar de todas ellas sin privilegiar a una forma de coexistencia y cohabitación sobre otra. Esto es válido e innegable, y el mejor argumento con que cuentan los defensores de tales posturas.
Mas de la teoría a la praxis el trecho es amplísimo, y la costumbre -en este caso, la moral- marcará la pauta para que tales comportamientos o se fortalezcan, o tiendan a la desaparición: tal es la razón de que la primitiva promiscuidad -que permitía el uso indistinto de las hembras de un clan y la paternidad comunal- haya desaparecido para hacer surgir al matrimonio en su forma actual. Aún con esto, ni la homosexualidad ni el lesbianismo son la evolución necesaria de la actual forma matrimonial. Continúan siendo excepciones, y la esterilidad intrínseca de ambas uniones podrán ser, efectivas decisiones de hombres y mujeres libres, pero no originantes de humanidad biológica, ni procuradores de la expansión y pervivencia de la especie. Ambos, homosexualidad y lesbianismo, necesitan y requieren de la heterosexualidad forzosa para subsistir.
Ante ello, la categorización de homosexualidad y lesbianismo como excepciones surge como un imperativo que es irrefutable, y que si bien es necesario legislar y proteger al tratarse de ciudadanos con igualdad de derechos y obligaciones, también es cierto que ambas vías son vías que no procuran vida, y son incapaces, por su naturaleza misma de generar vida, siquiera en el más elemental sentido biológico: la animalidad.
Ante esto no puede negarse ni pasarse por alto que la actual situación que se ha presentado, con una legislación defectuosa e incompleta sobre la cuestión del matrimonio entre pares, es un oportuno distractor del gobierno en turno ante reformas de mayor envergadura que, lamentablemente afectan al común de la población y no sólo a las minorías, y que los problemas -válidos- que afectan a las minorías son llevadas al estrado chapuceramente, haciendo que las mayorías sin voz refrenen y repriman su voz, creando un efecto de olla de vapor: la homofobia seguirá creciendo, y no quisiera saber qué será de esos hijos adoptados por las parejas homosexuales o lésbicas: serán los grandes perdedores y afectados por las actuales legislaciones, y al parecer nadie se acuerda de ellos. Homosexuales y Lesbianas representan un botín muy jugoso, y los botines por más jugosos finalmente, siempre e irremediablemente, son prescindibles. Ni qué decir de los 'vástagos', por adoptivos que sean, de ell[o][a]s.
A fin de cuentas, la moral como su nombre lo indica, es algo que se basa en las costumbres y estas mismas cambian según el arbitrio del consenso y caprichos sociales, y ante ello ni la religión ni la política tienen gran cosa por hacer: a la religión le queda el camino de la anatematización, y a la política el de la proscripción.
La ley de sociedades de convivencia, enarbolada como protectora de un auténtico matrimonio 'laico' y secular, llegará tan lejos como lo permitan quienes han optado por suscribirse a tal propuesta gubernamental aún cuando sepan -y esto es deplorable- que serán engañados al no poder hacer efectiva tal opción de vida ante el Infonavit, Imss o Issste, y la adopción tan llevada y traída es sólo un daño colateral, que con gusto asumirá Marcelo sobre su gestión gubernamental, si esto 'afirma' su postura a nivel nacional.
Sería también, por otro lado, ingenuo hasta el extremo tomar a los niños que serán adoptados y lloriquear mientras se pretende que se piensa efectivamente en ellos. Los daños o beneficios sólo serán apreciables también con muchísimo tiempo de por medio, y habrá que ver hasta dónde pueden mantenerse y sostenerse tales relaciones homosexuales y lésbicas: existen parejas que han durado y permanecido en su estado años y años, mas tales parejas son la excepción, y en modo alguno la regla.
Que dichas parejas excepcionales pueden ser el semillero de seres humanos libres de inclinaciones homosexuales también es algo factible, mas la experiencia que puede comúnmente ser advertida es que:
-primero: las relaciones homosexuales y lésbicas tienden a terminar prematuramente por el carácter 'promiscuo' de ambas partes. [Y a título personal, conozco varios homosexuales que han vivido en pareja mas en sus relaciones son materialmente incapaces de sobrepasar los tres o cuatro años de relación, ignoro el por qué], y
-segundo: los hijos varones o varonas de tales matrimonios presentan con una frecuencia superior a la media, inclinaciones a su vez homosexuales o lésbicas. [Y de esto mismo también he podido ser testigo, muy a mi pesar] .
Si se admite que la homosexualidad o lesbianismo es, junto a la heterosexualidad, sendas manifestaciones que se darán independientemente del tiempo y lugar, dentro de un horizonte de lo humanamente posible, automáticamente todas ellas [heterosexualidad, homosexualidad y lesbianismo] tendrán sus altibajos, características propias, y dinámicas psicológicas propias, y una ley o legislación coherente con sus fundamentos sociales más válidos, deberá buscar el bienestar de todas ellas sin privilegiar a una forma de coexistencia y cohabitación sobre otra. Esto es válido e innegable, y el mejor argumento con que cuentan los defensores de tales posturas.
Mas de la teoría a la praxis el trecho es amplísimo, y la costumbre -en este caso, la moral- marcará la pauta para que tales comportamientos o se fortalezcan, o tiendan a la desaparición: tal es la razón de que la primitiva promiscuidad -que permitía el uso indistinto de las hembras de un clan y la paternidad comunal- haya desaparecido para hacer surgir al matrimonio en su forma actual. Aún con esto, ni la homosexualidad ni el lesbianismo son la evolución necesaria de la actual forma matrimonial. Continúan siendo excepciones, y la esterilidad intrínseca de ambas uniones podrán ser, efectivas decisiones de hombres y mujeres libres, pero no originantes de humanidad biológica, ni procuradores de la expansión y pervivencia de la especie. Ambos, homosexualidad y lesbianismo, necesitan y requieren de la heterosexualidad forzosa para subsistir.
Ante ello, la categorización de homosexualidad y lesbianismo como excepciones surge como un imperativo que es irrefutable, y que si bien es necesario legislar y proteger al tratarse de ciudadanos con igualdad de derechos y obligaciones, también es cierto que ambas vías son vías que no procuran vida, y son incapaces, por su naturaleza misma de generar vida, siquiera en el más elemental sentido biológico: la animalidad.
Ante esto no puede negarse ni pasarse por alto que la actual situación que se ha presentado, con una legislación defectuosa e incompleta sobre la cuestión del matrimonio entre pares, es un oportuno distractor del gobierno en turno ante reformas de mayor envergadura que, lamentablemente afectan al común de la población y no sólo a las minorías, y que los problemas -válidos- que afectan a las minorías son llevadas al estrado chapuceramente, haciendo que las mayorías sin voz refrenen y repriman su voz, creando un efecto de olla de vapor: la homofobia seguirá creciendo, y no quisiera saber qué será de esos hijos adoptados por las parejas homosexuales o lésbicas: serán los grandes perdedores y afectados por las actuales legislaciones, y al parecer nadie se acuerda de ellos. Homosexuales y Lesbianas representan un botín muy jugoso, y los botines por más jugosos finalmente, siempre e irremediablemente, son prescindibles. Ni qué decir de los 'vástagos', por adoptivos que sean, de ell[o][a]s.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
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