Oración de la tarde
Oración de la tarde.
Hoy vengo a dar, Señor.
Lágrimas tengo suficientes,
los pies que arden,
las manos sin fuerza.
Hoy vengo a darme, Señor.
Los paños no son suficientes,
los pies me sangran con el arrastre,
las manos suben,
te buscan,
reclaman.
Hoy vengo a confesarte, Hermano.
Que el dios hecho carne poco
muy poco importa, en verdad.
Que me siento más a gusto
con el Hombre hecho Dios,
ese que se deja taladrar,
herido, desgarrado,
pendiendo siempre del madero.
Hoy vengo a confesarte, Hermano,
que míos han sido también los espinos
y los clavos y el llanto y tu grito.
Que te los he robado
y me los quedé.
Me los seguiré quedando,
seré un ladrón impenitente,
moriré en el gozoso latrocinio.
Hoy vengo a desearte, Señor,
que me aceptes como Hermano,
y me acerques al Padre,
quien de pronto calla
y responde también de pronto.
Hoy vengo a desearte, Hermano,
que me aceptes, y seas Dios,
que comprende mi caída,
mis yerros y mi hambre,
que no permitas que me aleje del Padre,
quien de pronto grita su gloria,
y glorifica también los gritos,
así, de pronto.
Hoy vengo, Señor.
Permíteme llegar.
Francisco Arriaga
04 Nov. 2009
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.
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