Poesía, música y rito
No recuerdo quién era el sacerdote.
Lo único es que fue entre 1986 y 1989 cuando en la capilla del Rosario, en Jalpa, Zacatecas, el coro del movimiento juvenil de Jornadas se encargaba de cantar lo cantable en la celebración eucarística de los domingos, a eso de las seis de la tarde.
Tocaban con dos o tres guitarras, un pandero, quizá alguna mandolina, esta última aparecía pocas veces -y quizá sea un falso recuerdo-.
La primera vez que escuché ese canto, a la hora de la comunión algo pasó. Porque el encargado del coro gritaba a pulmón abierto:
'¿Quién me presta una escalera, para subir al madero
para quitarle los clavos a Jesús, el Nazareno?'
La gente no volteaba a verlo, ya sabían que tenía que gritar en ese instante, ya sabía que ese era el canto 'de la comunión' ya sabía que después seguía el pandero y las guitarras en lo que después sabría era una 'canción' de Serrat.
Cualquiera medianamente entendido en cuestiones de cánones y demás hubiera lanzado anatemas al coro. Pienso que una de dos:
o el cura pensaba que de esa manera el pueblo, la gente, podía acercarse más dispuesta y con más conciencia a recibir la comunión mientras el estribillo resonaba una y otra vez 'Oh! Nó eres tú mi cantar! No puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar!'.
O el cura no tenía la menor idea de lo que se encierra tras los versos simples, concisos y bellos de Machado.
La belleza poética deviene y surge de la poesía misma, del contexto de los versos y de una obra pensada para lograr alcanzar esa emoción en el lector/oyente: anhelar y esperar a y en ese Jesús vivo, un Jesús que navega, que nos lleva a lo más recóndito del mar.
El paso de la poesía a la praxis es peligroso nó porque el poema sea peligroso en sí, sino por que para apreciar el poema como tal se tienen que cubrir o tener ciertos 'prerequisitos' estéticos, vivenciales, intelectuales, culturales, que en caso mencionado no se tenían.
Quedarse con el Jesús de la mar cuando se sabe que posterior a este ya hay un Jesús del madero, y que más aún, después del madero hay un Jesús Triumphans, que vence a la muerte, es hacer tabula rasa y quedarse en una visión parcial de la salvación en todos sus aspectos.
El peligro era latente y la gente no lo sabía, despreciar la cruz añorando lo que hay antes de la cruz equivale a maldecir nuestros días actuales mirando hacia el pasado, hacia lo que hemos sido.
No sé -en caso de que el deseo del cura hubiera sido ayudar a la gente a tener ese 'encuentro' cara a cara con un Jesús vivo- cuánto o de qué manera habrá ayudado 'a las viejitas de mi pueblo'.
Lo que sé es que hay huellas indelebles, que si no se sabe con certeza de dónde vienen y a dónde van y cómo surgieron, pueden perdernos irremediablemente, y sin importar las buenas intenciones de quienes pretenden guiarnos.
Lo único es que fue entre 1986 y 1989 cuando en la capilla del Rosario, en Jalpa, Zacatecas, el coro del movimiento juvenil de Jornadas se encargaba de cantar lo cantable en la celebración eucarística de los domingos, a eso de las seis de la tarde.
Tocaban con dos o tres guitarras, un pandero, quizá alguna mandolina, esta última aparecía pocas veces -y quizá sea un falso recuerdo-.
La primera vez que escuché ese canto, a la hora de la comunión algo pasó. Porque el encargado del coro gritaba a pulmón abierto:
'¿Quién me presta una escalera, para subir al madero
para quitarle los clavos a Jesús, el Nazareno?'
La gente no volteaba a verlo, ya sabían que tenía que gritar en ese instante, ya sabía que ese era el canto 'de la comunión' ya sabía que después seguía el pandero y las guitarras en lo que después sabría era una 'canción' de Serrat.
Cualquiera medianamente entendido en cuestiones de cánones y demás hubiera lanzado anatemas al coro. Pienso que una de dos:
o el cura pensaba que de esa manera el pueblo, la gente, podía acercarse más dispuesta y con más conciencia a recibir la comunión mientras el estribillo resonaba una y otra vez 'Oh! Nó eres tú mi cantar! No puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar!'.
O el cura no tenía la menor idea de lo que se encierra tras los versos simples, concisos y bellos de Machado.
La belleza poética deviene y surge de la poesía misma, del contexto de los versos y de una obra pensada para lograr alcanzar esa emoción en el lector/oyente: anhelar y esperar a y en ese Jesús vivo, un Jesús que navega, que nos lleva a lo más recóndito del mar.
El paso de la poesía a la praxis es peligroso nó porque el poema sea peligroso en sí, sino por que para apreciar el poema como tal se tienen que cubrir o tener ciertos 'prerequisitos' estéticos, vivenciales, intelectuales, culturales, que en caso mencionado no se tenían.
Quedarse con el Jesús de la mar cuando se sabe que posterior a este ya hay un Jesús del madero, y que más aún, después del madero hay un Jesús Triumphans, que vence a la muerte, es hacer tabula rasa y quedarse en una visión parcial de la salvación en todos sus aspectos.
El peligro era latente y la gente no lo sabía, despreciar la cruz añorando lo que hay antes de la cruz equivale a maldecir nuestros días actuales mirando hacia el pasado, hacia lo que hemos sido.
No sé -en caso de que el deseo del cura hubiera sido ayudar a la gente a tener ese 'encuentro' cara a cara con un Jesús vivo- cuánto o de qué manera habrá ayudado 'a las viejitas de mi pueblo'.
Lo que sé es que hay huellas indelebles, que si no se sabe con certeza de dónde vienen y a dónde van y cómo surgieron, pueden perdernos irremediablemente, y sin importar las buenas intenciones de quienes pretenden guiarnos.
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