Perfekzión

Quod scripsi, scripsi!


Hasta donde puedo estar consciente, no he perseguido la perfección como fin último de las cosas, me gustan las cosas bien hechas, aunque sé perfectamente que no siempre hago bien las cosas.

Como ejercicio literario 'Libres Libros de a Libra' está resultando buenísimo. Amén de buscar la manera de que los artículos no parezcan especializados ni dirigidos a lectores especialistas, hay que estar al pendiente de todo lo que se dice, constatar lo que damos por sabido, y respaldar hasta donde es posible con documentos -pruebas fehacientes- cualquier cosa que se escribe.

Hay veces que esto último no es posible.

En el número donde toqué el asunto del 'Arte de la Memoria' utilicé una frase que leí hace quince años, sacada de una biografía de Tomás de Aquino, editada por la Biblioteca de Autores Cristianos [BAC] que tanto renombre goza entre lectores cristianos, y sobre todo, católicos. Mencionaba el autor cuyo nombre he olvidado, que Tomás de Aquino no podía permitirse el lujo del la tinta y el papel, aún cuando sus superiores habían permitido que hiciese uso a discreción de tales materiales ya que sabían que ese uso daría los frutos que daría.

Y que dió.

Anotaba efectivamente que la Summa, ese monumento monstruoso de teología y escolástica, se escribió mayormente en pequeños pedazos de papel con letra minuciosa, retazos casi de desperdicio, intuyo que tendrían el tamaño estándar de una de las ya casi en desuso fichas bibliográficas que aún utilizan algunas bibliotecas públicas en México.

Al pasar por el asunto de la memoria prodigiosa de Aquino escribió -textualmente hasta donde recuerdo-: El don de la memoria que poseía Santo Tomás de Aquino le permitió escribir la Summa sin la necesidad de recurrir constantemente a la biblioteca, haciendo uso del tiempo libre que tenía entre sus ocupaciones conventuales y la oración. "Era maravillosa su forma de escribir, citando los autores más oscuros y complejos, como si tuviera sus libros a la vista".

Quizá un dia de estos me encuentre de nuevo con esa biografía y pueda localizar la cita exacta.

Otra gran lección que debo a Libres Libros es el aprender lo que es por un lado la humildad de un trabajo que no tiene mérito por sí mismo sino que espera ser validado y valorado por el lector, y que sabe que este último tiene la última palabra sobre lo escrito. Y esto en un doble sentido: el escrito que se escribe de cara a un lector y en el que se piensa con un 'perfil' definido, ajeno a cualquier abstracción, y el sentimiento de responsabilidad que se tiene por cualquier letra escrita, cualquier afirmación que al menos en el caso de Libres Libros, no puede ser ligera.

Hace cinco años hubiera sido imposible estar observando la última edición de Libres Libros sin sentir la imperiosa necesidad de corregir un error como el de las tipografías griegas, fuese cualquiera que fuese el método y manera para hacerlo. Hoy eso pasa a segundo término: además de la imagen el lector interesado puede saber exactamente qué es lo que esos cuadritos ocultaban, viendo el texto digital que acompaña a la edición en el blog.

Algo que como ratón de biblioteca no puedo quitarme de encima -y presiento que no podré, amén de no querer- es el buscar que lo poco que se escribe permanezca bien escrito en el límite de las posibilidades propias: es imposible por ejemplo corregir el error, la errata de la tipografía griega en el pasado número de Libres Libros, pero el gusanito de corregir el error siquiera en ese repositorio llamado blog es enorme, y supongo que en eso está una parte de la esencia de todo escritor: buscar y andar sobre lo escrito, ascender en espirales concéntricas, creecer en estilo, economía y claridad.

Y llegado el momento, deshacerse de lo escrito para poder escribir de nuevo sobre cuestiones nuevas.

Si Simitrio, mi hermano, me puede encontrar el archivo de photoshop utilizado para la edición, personalmente corregiré ese asunto de la tipografía griega.

De lo contrario, nada sucede, nada pasa: estoy aprendiendo a ser más humano, y menos émulo de un demiurgo por más que sus obras estén hechas de letras y tiempo.

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