Amistad, Familia

Pasado mañana, Dios mediante, Yaretzi cumplirá 8 meses.

Ayer por la noche, a las 10:45 de la noche, mi esposa, mi hija y mi suegra salieron rumbo a Durango, Durango. Llevan la esperanza de encontrar con vida a la abuelita de Astrid.

Enfermó de neumonía, y con un solo pulmón funcionando, ha resultado mortal. Según dicen en Durango, la abue ya no está consciente. Y la llamada, apremiante, fue para toda la familia, estar juntos, esperando la hora que el Señor la llame a su presencia.

Ayer, rumbo a casa de mis suegros, manejando y sin noticias aún de lo que pudiera haber sucedido en el día, recibí una llamada al celular. El Flaco, uno de los pocos buenos amigos que tengo, me andaba buscando, "pa' echar una platicada". Hemos pasado muchas cosas juntos, estudiar la carrera fue una de ellas, sacar adelante algunos proyectos, echarnos porras cuando las cosas están no como uno quisiera.

Estuvo, y la Providencia divina se encargó de que estuviera. Gracias a él llevan una preocupación menos mi esposa y mi suegra y mi hija en su viaje.

Un cristiano no puede ceder a la tentación de pensar que las casualidades existen. Porque hay dos cosas que son contrapuestas hasta los extremos: la fé y la seguridad. No quiero -y tampoco puedo- darme el lujo de pensar que una casualidad hizo que distintas circunstancias coincidieran, resultando de ello algo.

El pasado 28 de diciembre un perro de pelea mató a nuestro perro, el Frodo. Eran la una y media de la tarde, vecinas platicando en la calle, barriendo banquetas, niños jugando, corriendo, gritando y riendo. Quiso el Omnipotente que mi perro estuviera en ese preciso momento en que se abrió la reja, y el perro de pelea se le fuera encima. Hubo gritos, intentos de alejar al animal que mataba a mi perro, todos infructuosos. Desangró por completo al Frodo, y una vez muerto, el perro con el hocico manchado de sangre siguió haciendo guarda, quizá un par de horas, hasta que llegó su dueño y lo sujetó con una cadena de 3/8, para encerrarlo.

Mucha sangre. Demasiada sangre, la mirada suplicante y vencida de mi perro, su agonía, sé que no fueron de a gratis. El Creador, en su sapiencia, sabe qué o quiénes fueron los protegidos por la muerte de nuestro perro. Sólo Él sabe a quién libró de ser muerto a dentelladas.

Entiendo, comprendo y agradezco.


En estos momentos pido no para mí, sino para los nuestros, resignación, alivio y fortaleza. Astrid y doña Marta son mujeres fuertes, igual que lo es doña Natividad, que tuvo 21 hijos.

Sé que Yaretzi ha heredado también esa fortaleza. Y sé que Dios sabrá qué les tiene destinado, y nos tiene preparado.

Gracias por lo que nos das, Señor, en forma de presencias, y en forma de ausencias.

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