Doce de diciembre

Si hubiera vivido hace un siglo, sin dudarlo un solo segundo habría estado del lado de García Icazbalceta. Es decir, se me hubiera juzgado de 'antiaparicionista'.

No creo en la aparición como tal de la figura de la Virgen María sobre un ayate. Y muchísimos de los detalles que los defensores del evento aducen 'a favor' son infantilismos llevados al límite.

Las imágenes visibles en las pupilas son uno de esos detalles: a escala microscópica cualquier fibra y cualquier sedimento puede tener la forma de cualquier cosa. Ejercicios como ese pueden hacerse con el tiroleado de la pared o el techo, es como buscar figuras en los charcos de agua que se forman al trapear.

Igual sucede con la afirmación de que los colores del ayate 'están como suspendidos', esto es, 'flotando en el aire'. Todo físico, todo científico sabe que embarrar una sustancia con otra es prácticamente imposible, incluso al conjuntarse los átomos en moléculas siguen guardando su identidad, por más electrones que puedan compartir.

Don Joaquín adujo argumentos que al día de hoy resultan irrebatibles. Y he visto estudios completos de muchos [valganme los cielos!] sacerdotes defensores que incluyen documentos y datos tan etéreos que ninguno puede hacer frente al estudio precioso de don Joaquín.

Este hombre sí que tenía güevos para defender su posición.

Varias veces lo he dicho ya: soy católico de misa todos los domingos. Y también puedo decir: mi fé no se sustenta en una imagen por bonita que esta sea. Si el ayate fue pintado por un indio llamado Marcos eso es algo que me tiene sin cuidado. Si el ayate no vino directamente del cielo igualmente, nada me importa. Creo en algo que está más allá de el indio pintor, algo que está más allá del 'milagro'. Mi fé está mucho más allá de esto.

Igual sucede con Jesucristo. Que debió haber estado casado y tenido hijos y por tanto debió haber dejado descendencia. No me preocupa: defiendo y defenderé mi fé en cuanto que ese Jesucristo me ha salvado de muchos de mis demonios, y también defiendo mi fé en la Virgen María, que me ha cuidado muchísimas veces, a mí y a quienes me rodean. Y mi fé poco tiene que ver con el ayate. Porque el ayate a fin de cuentas, es algo material, que con un poco de gasolina y un fósforo arderá igual que puede hacerlo mi camisa o los libros de mi biblioteca.

Al igual que mi fé es inmaterial, mi fé deberá ser sobre todo fé en lo que está allende la materia.

Con todas sus implicaciones.


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