De Monarchia Mexicana
Hay quienes sostienen que la historia es cíclica. O si nó cíclica, por lo menos sí pendular. De un extremo vamos a otro, de una postura a otra. Y es así que nos encontramos con que aquella república imberbe que nace con la Independencia de México, en 1821, no podía quedarse con un pie puesto en la democracia y el otro en el aire: los tenía ambos sobre un montón de tradiciones monáquicas, y lo más lejos posible de una federación o confederación al estilo yankee.
De allí el fracaso de aquella república, de allí la invitación a Maximiliano, y la iniciativa de Juárez, que pronto fué olvidada por otra monarquía efectiva: la de Porfirio Díaz.
Sucede la Revolución, y encontramos que esa guerrilla de guerrilas o de todos contra todos, queda paralizada ante el surgimiento del Partido Revolucionario Institucional. Partido que lleva en su nombre una contradictio in terminis tremenda, y que aún así logró hacerse con el poder por 70 años.
Esta monarquía efectiva, llevada a cabo con gran aplomo y eficacia por los reyes interinos -interinatos nefastos de 6 años cada uno- parece que terminó en el 2000.
A qué viene todo esto?
Simplemente: la casa huele a podrido. El mayordomo destapó las vasijas que guardaron la compota por 7 décadas. Y si la inseguridad y el crimen organizado y el narco y la corrupción nos están llegando hasta el cuello, es porque la compota se desbordó y saltó para todos lados.
Un año de Calderón en el poder que ha sido un año de dimes y diretes, un año con un López Obrador que sigue igual que la zorra, diciendo que 'las uvas estaban verdes'.
El principal -y aún no confesado- reto de Calderón es precisamente retomar la tradición monárquica impuesta por el PRI y sin romper con esta tradición, hacer frente a un país que demanda cambios estructurales de fondo. No sólo cambio de procuradores, magistrados y consejeros del IFE, por decir algo, sino cambio de toda la policía pública, gran parte de la federal, vigilancia certera y exacta del ejército -una organización donde a ciencia cierta nadie sabe qué pasa-.
Claro ejemplo de que esa tradición no ha desaparecido lo vimos el día de la entrega del informe. Después de la entrega, el presidente se organizó una rueda de prensa amplísima, donde salió a relucir la parafernalia que encontramos en todos y cada uno de los presidentes anteriores, incluido Fox.
Y no es que Calderón busque legitimidad por todos los medios. Es que ha sido lo suficientemente inteligente para ver que México -este país cuyo nombre no es México- no quiere democracias, sino monarquías que le libren de la responsabilidad tremenda de tomar decisiones por sí mismo.
Y esto mismo lo comprenden aquellos del PRI que siguen con alcaldías y municipalidades bajo su mando.
Por último, Obrador tiene razón. El país está verde para que una forma de 'gobierno' como la que propone -realmente propone?- el PRD pueda llevarse a cabo.
Obrador es el contrapeso que necesita la monarquía de Calderón. El único problema con los contrapesos es que, tarde o temprano, terminan siendo prescindibles: una vez encontrado el punto exacto de equilibrio no se necesitan más.
De allí el fracaso de aquella república, de allí la invitación a Maximiliano, y la iniciativa de Juárez, que pronto fué olvidada por otra monarquía efectiva: la de Porfirio Díaz.
Sucede la Revolución, y encontramos que esa guerrilla de guerrilas o de todos contra todos, queda paralizada ante el surgimiento del Partido Revolucionario Institucional. Partido que lleva en su nombre una contradictio in terminis tremenda, y que aún así logró hacerse con el poder por 70 años.
Esta monarquía efectiva, llevada a cabo con gran aplomo y eficacia por los reyes interinos -interinatos nefastos de 6 años cada uno- parece que terminó en el 2000.
A qué viene todo esto?
Simplemente: la casa huele a podrido. El mayordomo destapó las vasijas que guardaron la compota por 7 décadas. Y si la inseguridad y el crimen organizado y el narco y la corrupción nos están llegando hasta el cuello, es porque la compota se desbordó y saltó para todos lados.
Un año de Calderón en el poder que ha sido un año de dimes y diretes, un año con un López Obrador que sigue igual que la zorra, diciendo que 'las uvas estaban verdes'.
El principal -y aún no confesado- reto de Calderón es precisamente retomar la tradición monárquica impuesta por el PRI y sin romper con esta tradición, hacer frente a un país que demanda cambios estructurales de fondo. No sólo cambio de procuradores, magistrados y consejeros del IFE, por decir algo, sino cambio de toda la policía pública, gran parte de la federal, vigilancia certera y exacta del ejército -una organización donde a ciencia cierta nadie sabe qué pasa-.
Claro ejemplo de que esa tradición no ha desaparecido lo vimos el día de la entrega del informe. Después de la entrega, el presidente se organizó una rueda de prensa amplísima, donde salió a relucir la parafernalia que encontramos en todos y cada uno de los presidentes anteriores, incluido Fox.
Y no es que Calderón busque legitimidad por todos los medios. Es que ha sido lo suficientemente inteligente para ver que México -este país cuyo nombre no es México- no quiere democracias, sino monarquías que le libren de la responsabilidad tremenda de tomar decisiones por sí mismo.
Y esto mismo lo comprenden aquellos del PRI que siguen con alcaldías y municipalidades bajo su mando.
Por último, Obrador tiene razón. El país está verde para que una forma de 'gobierno' como la que propone -realmente propone?- el PRD pueda llevarse a cabo.
Obrador es el contrapeso que necesita la monarquía de Calderón. El único problema con los contrapesos es que, tarde o temprano, terminan siendo prescindibles: una vez encontrado el punto exacto de equilibrio no se necesitan más.
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