Un poema
A Astrid, mi esposa.
Mi Dios no es un concepto
ni anatemas o doctrinas o letras,
no se detiene a definir
las conductas de los hombres.
Mi Dios no juzga
ni desea ni apetece,
no condena ni salva ni justifica.
Es un divertimento sencillo,
armonía y ritmos y magia.
Es un suspiro sin porqué,
es la sensación de estar libre,
de dormir tranquilo,
en paz.
Mi Dios no es inclemente
ni tiene cielos ni infiernos,
es más bien el calor tibio y suave
de un abrazo.
La frescura de un beso,
la brisa que despide auroras
y recibe a la mañana.
Mi Dios no es un pretexto
ni causa ni fin.
Es algo más puro y tenue
Es el reflejo de unos ojos que te miran
y se desprenden de pasados y futuros.
Es el susurro que parece viento
cuando tus labios me dicen
'Te quiero'.
J. Francisco A. Elizalde.
Anno MMIV.
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