Algo sobre la fementida 'Cultura de la cancelación'.

Quizás no llega a tanto. Pudiera ser más bien, una 'cultura de la negación'. Se acerca más a este fenómeno tan nuevo y tan antiguo. [Al parecer ya nadie recuerda que lo mismo hizo hace una veintena de años una niña que después se convirtió en señora y pasó de ser una adolescente escurrida a una rolliza mujer quien aparentemente más de una vez se avergonzó de su físico y que lleva por nombre Christina y cuyo apellido comparte la raíz con la aqvila romana tal como pasó al castellano. Y véase lo que sucede, ahora no es 'rolliza' sino, 'modelo de chica con curvas'.]

El escándalo y el odio, los ataques despiadados contra esos 3 ¿cantantes, autores, músicos, artistas?


Son el fruto de lo que han recibido, de la familia donde han crecido, el ambiente donde se han desarrollado, y también un tremendo disparate que es a la vez, reflejo y cifra de nuestro tiempo.

Que esos muchachitos con nombres mexicanos, nacidos en la parte más al norte de los Estados Unidos, al visitar un país que para ellos es ajeno y extraño, exijan que les hablen en inglés, y no hablen tampoco bien el inglés, digan que no les gusta la comida mexicana, que canten en español música que se escucha en nuestro país, y encima de todo, que la vocalista se vista de una manera más que andrógina a pesar de que su nombre y el nombre de la agrupación es netamente femenino, es negarlo todo en escala mayor y de un solo plumazo.

Negar el color de la piel que visten [a fuerzas], negar el idioma que sustenta los nombres que llevan en sus respectivas actas de nacimiento, negar sus dotes de compositores, arreglistas, intérpretes para interpretar no música en inglés, sino en un idioma que les resulta difícil y bien pudiera ser que, también, avergonzante, que, en fin, hayan dado un salto excepcional desde la grabación casera a los escenarios de un país ajeno y desconocido, es la negación también de la suerte -ahora, mala suerte, después del aluvión de desaires que tuvieron para quienes les dieron fama y ahora estrellan las bocinas que airean su música contra el suelo-, todo eso es una negación casi como para ponerla en un libro de texto.

Al final, sólo hay algo que resulta cierto: cada artista tiene precisamente el tipo de público que merece. Ni más ni menos. Y créame, poco probable y bienvenido lector, que a estos chicos no les concederé una entrada en mi playlist.

1762.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

Comentarios